
Los mayores saliamos eufóricos, haciéndole fotos al histórico marcador, llamando a los familiares y amigos para contarles la hazaña. Era de esos días que cuando vas caminando hacia tu casa, con tu bufanda del Hércules colgada del cuello, deseas que cualquier persona te pare y te pregunte por el resultado para sacar pecho. Que una vez en casa, pones la televisión y haces zapping por todas las cadenas a ver en cuál están hablando de fútbol y piensas "a ver si comentan algo del Hércules". Si en televisión no hay nada, pruebas lo mismo con la radio. Y así hasta que mañana despertemos, y deboremos toda la prensa. Leeremos y requeteleeremos las noticias herculanas, nos quedaremos embobados viendo la clasificación. Por unas horas, el Hércules será nuestra anestesia para abstraernos de nuestros males.
El partido ha sido tan perfecto que no sé que destacar. Rubén Navarro marcó un hat-trick, cuando hoy mismo se cumplían 16 años que ningún jugador del Hércules lo conseguía. Un 5 de abril del año 93 Rodríguez hacía el último. El equipo volvió a dejar la portería a cero después de nueve jornadas. Mandiá pudo dar descanso en el segundo tiempo a la columna vertebral del equipo, y a la vez dar minutos a los que menos los han disfrutado como Cámara y el canterano Raúl. Volvieron los olés, la ola y el clásico "¡Que bote el Rico Pérez!".
En fin, una tarde redonda, de las que pasaran muchos años para poder revivirlas. Voy a terminar la columna con la misma frase que termina el cántico más de moda de la afición herculana: "... y pobre del que quiera robarnos la ilusión."

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