
Si no tenemos en cuenta el resultado final, fue un partido para olvidar en todos los aspectos. En el terreno de juego el equipo no era capaz de darle salida al balón. Trézéguet se aburría arriba. Sólo la magia de Tote en contadas ocasiones y algunos destellos de Farinós, despertaron a los aficionados. Un Rico Pérez con 25.000 gargantas, que poco alentaron. Pese a la nueva zona de animación en fondo norte, el ambiente era frío. Y desde el banquillo, tampoco se ponía solución a lo que estaba ocurriendo en el césped. Aunque el equipo remontara, creo que Esteban Vigo se equivocó al intentar cambiar la situación. Portillo y Trézéguet se anulan. No hay espacio para los dos juntos. Tote desapareció en banda. Y Tiago tenía que haber abandonado el campo mucho antes.
El once inicial volvía a estar muy mermado. Esta vez faltaban Abraham Paz, Peña, Valdez y Drenthe. El gol tempranero, una vez más, del Zaragoza no hacía presagiar una buena tarde. Kiko y Thomert volvían a tener la oportunidad de ser titulares pero no lo aprovecharon. Ninguno de los dos estuvo a la altura de la final que se estaba jugando. Tiago tampoco tuvo su día, mostrando apatía en algunas acciones. Tote sufría el marcaje al hombre de Ponzio, que no le dejaba ni respirar al madrileño. Y el equipo, en general, no estaba dando la talla.
Así llegamos al minuto 80 en el que Farinós se sacó de la chistera un zurdazo desde veintimuchos metros que se colacaba por la mismísima escuadra de Leo Franco. En ese momento, despertó el equipo y la afición. Quedaban diez minutos para ganar el partido y el gol-average al Zaragoza. Y apareció Farinós de nuevo. Pase del quarterback blanquiazul, a la espalda de la defensa mañana y gol de 'Le Roi' Trézéguet. Éxtasis en el Rico Pérez.
El Hércules fue capaz de ganar su primera final de la temporada jugando mal. Respiramos, al menos, una semana. Queda mucho que sufrir todavía...